a Roger Caillois (1913-1978)
Me he preguntado con frecuencia si en el
caso de Caillois el rechazo de la reiteración
(lo que él llama su "dispersión fundamental")
no haría difícil e incluso imposible cualquier
tentativa de identificar su "yo verdadero".
El es lo contrario de un obseso, y sólo los
obsesos muestran su "verdadero yo", quizá
sólo ellos sean lo suficientemente limitados
como para poseer uno.
Remontarse no sólo más allá de lo humano,
sino de la vida misma, alcanzar el principio
de las edades, convertirse en contemporáneo
de lo inmemorial; ése es el propósito de este
mineralogista que muestra su júbilo cuando
descubre en un nódulo de ágata anormalmente
ligero un ruido de líquido, agua oculta en su
interior desde la aurora del planeta, agua
"anterior", "agua de los orígenes",
"fluido incorruptible" que da la impresión,
al individuo que lo contempla, de sentirse en
el universo, como un intruso alelado.
La búsqueda de los comienzos es la más
importante de todas cuantas pueden
emprenderse.
Es también la única manera de evadirse
que no sea una deserción o un engaño.
Cuando nos hemos acostumbrado a
aferrarnos al porvenir, a colocar el apocalipsis
por encima de la cosmogonía, a idolatrar el
estallido y el fin, a confiar hasta el ridículo
en la Revolución o en el Juicio Final. (toda
nuestra arrogancia profética procede de ahí)
¿No valdría más dirigirse hacia un caos mucho
mas rico que el que aguardamos?. Caillois se
vuelve preferentemente hacia el momento en
que ese caos inicial, que se va calmando,
intenta alcanzar una forma, una estructura,
hacia esa fase en que las piedras, tras
"el ardiente instante de su génesis", se
convierten en "álgebra, vértigo, orden".
CIORAN
(fragmento de un comentario sobre "Piedras"
obra científica y poetica de R.Caillois)